martes, 21 de diciembre de 2010

Tres.

Sabemos que somos tres, tan cercanos y yo lejano, quién sabe por qué el tiempo nos unió, nos separó, nos reencontró en dos mundos diferentes y tú en medio, ladeándote a mi siniestra, preguntándote qué será de tu diestra quinceañera.

En tí cabe el sereno de dos besos, en mí cae rotundo el mazo de tu indiferencia, en él, que es como el hierro o el metal más duro de un universo que es verde, misterioso, lúcido y de pronto es opaco, retrógrado para luego pasar a ser mi cuzco fiel. Talvez en tí también caben dos penes.

Pregúntate, preguntémonos compañero, si somos tres clarividentes o de repente seamos miradas distintas que al mar o al abismo de tu mar o del mío vayan a escurrirse, mimetizarse con tu piel para luego ser la lapa de mi lecho y el límite de mi territorio que sin duda sería impoluto tontamente y pequeño como el amor que nos tenemos.

Estoy sancochando un nuevo divorcio, me queman las manos y el silencio en mi garganta es indicio de que el aire, que es tuyo, es ingrato conmigo, me es desleal, y yo como soy libelo, me pintas de amarillo, me tachas, pero me quedo con la consigna de ser tu ancho lava pies, donde olvides el relave del terreno abrupto que vive y desdeña de tí.

La mitra refleja deseo, desavenencia, seguimos siendo tres, probablemente yo aún quede más lejano, él siga con su tradición, tú con tus citas invencibles, tus parábolas sin fundamento, quien sólo yo crea y siga. Mi palpitar es temeroso, está como en el día que perdí mi castidad, sólo que ahora ya no digo que sea meterlo y sacarlo, ahora es un pálpito primoroso, a la vez estruendoso que hasta quiebra mis costillas, como si fueran las de un animal, espero no más violencia, espero ser libre.

Tres y somos varios ojos, que no ven, que lanzan secretos, lloran, brincan de un felicidad efímera. Somos tres, mi nombre es tu libertad, el tuyo mi debilidad, ¿y el de él? de repente no es una libertad, por que ya no puedes hablar.

Edwin André. 19/10/2009

jueves, 16 de septiembre de 2010

Transformación.

I

Quisiera amarte como te amé,
No amarte como te amo.

Quisiera  verte como antes, tan sólo los
Días de tu buen humor,
No verte como hoy.

Quisiera no besar tus labios a escondidas,
¿Por qué aún te beso a escondidas?

Quisiera retroceder el tiempo,
Pero estoy sentado y me pesa la pena,
De saber que el tiempo es contrito y eterno.

Quisiera que tu pensamiento sea otro,
No hablo de ti, sino de mí y de los que te rodean.

Quisiera  resucitar de esta mi muerte
Y ver si lloras, ríes o nada.

Quisiera no pensar, pero no me hagas pensar,
Si supieras y sintieras cuando te tomo de la mano,
No es tu mano sino una piedra pesada.

Quisiera saber dónde está tu luz interna,
No te pido que me alumbres, al menos dime la verdad.

Quisiera que las horas no existan,
Que tu conspicua mirada elevada por encima de mi candidez,
Me mire y vea mi incertidumbre que corre, esperando tu razón.

Quisiera no mirar atrás, pero me llama la duda,
El te amo incierto. Desahogo mi mar quieto con tu mar embravecido,
Reímos y no siento nada y miro atrás y más atrás y atrás.


 II

Dame tan sólo un mes, para darme cuenta que no te amo,
Que los días son mejores sin ti, sin tus besos de cal,
Sin tus palabras retocadas con mentira y sevicia.
No sé que hago aquí y allí.

El amor, aprendí que es un sí en el momento,
Un no inquieto y que quiere ser libre,
Un tal vez certero.

Dame un matrimonio impío y sin juez,
Un lunes entre julio y agosto,
Regálame un noviazgo en paz y en tráfico,
Lleno de regalos y amor envuelto en pañales.

Llámame en cuanto puedas, estoy desnudo,
Pronto me voy, al fin donde ti, pero no me esperes en noviembre,
Tampoco sueñes, y al poco rato estaré dándote un beso,
Hablándote al oído. Aún espero que se vaya el otro.

Dame dos semanas, un poco de “floro”,
Crisis de nervios, una taquicardia y un beso esquivo.
Dame ahora lo que no tengo.


 III

Soy grosero sin saber la barbaridad de tus actos.
Se llama extrañar, al amor como señuelo.
Ayer Dios no me habló, porque le volvieron a crucificar.

Te noté agresiva, te sentí agresiva, tu mirada y tus besos.
Puse una flor en tu flor, una caricia y tú, y tú no encuentras remedio.

Una pausa al tiempo, son las veintiuno y treinta y dos,
Dame dos segundos para irme, y volver a ti, abre los ojos, y ya he vuelto,
Trota la vida y yo soy tan lento.

Pariste cualquier cantidad de mentiras, tal vez mi cara de idiota
Te presuma confianza, te de la certeza de un amor ensalzado.
Piensa como poetisa, analiza y deja de lado tu torpeza enorme,
Mírame y no soy él.
Deja tu costumbre al lado de tus sueños y si quieres recuerda tu vida sin
Que tus ojos la reflejen, dame la espalda de tu rechazo.

Desesperado, me he lanzado a escribir tu acto horrible
Y no me convenzo de tu cabeza agacha y tu mirada de culpa.
No puedo, bostezo, y me aburre, tu foto, tus piernas y talvez todo.
Por qué será tan difícil tratar de amarte.

Quisiera escupir la verdad tallada en mi cerebro,
Debió ser hoy, será mañana o no sé que día.

Nadie sabe por qué en la noche rezo y pido,
Nadie sabe si me amas o si eres feliz,
Yo sé que las palabras se las lleva el viento y que los besos se quitan con agua.

Cierro los ojos y pienso:
La noche es fría, siento el sabor de tu boca,
Tengo tu olor en mis manos, pareciera hedor y no siento nada.

Espero, te armes de valor y arremetas con dureza, sin piedad del silencio,
Con vergüenza, tal y como me amas ahora.

Antes que tú todo era mejor, luego de nuestro debacle vendrá el paraíso.
Este invierno es distinto, vivo el frío de tu cuerpo, el calor que
Achicharra mis sentimientos, obligándolos a mentir que te amo.


IV

Mi mirada se sumerge en el aire, se pierde en ayer,
No he comido nada, la tarde soleada también es fría.

El cuerpo no entiende de estaciones, no entiende de desastres, de lujuria,
¿Cómo te beso sin tocar tus labios, sin ser yo el que te tenga que besar?
Es como no haber vivido esos minutos contigo,
Son borrosos, pero en fin, son y duele, reniega mi pecho,
El tronco como tú le dices.

Me pregunta una respuesta ciega,
¿Qué haces lamentándote, engriendo el engreimiento,
Dando lástima, llamando a amigos, encerrado y escribiendo?
Respuesta: escribo a la venganza. Sí, dios existe, pero no en ella,
Escribo para darle mi odio a mi odio y no a ella.
Es una niña y yo también quizá lo sea,
Como mi cabello rebelde y su cabello,
Como mi tamaño y su altitud,
Como dos estrellas distanciadas por el universo,
Muere, explota y se dispersa.

Ha cambiado la forma,
Mientras halla una planta, agua,
Y existan mis locuras, habrá poemas,
Quizá no impacten, quizá el siglo no lo permita,
Quizá jamás los leas, quizá jamás no exista.


 V

Cuando nos abrazamos siento que el tiempo se detiene,
Cierro los ojos y parece que nada existe alrededor, sólo tú y yo,
Juntamos nariz con nariz, acaricio con mi rostro tu rostro
Y nos enfrascamos en un beso tan dulce.

Mañana si te veo, sólo quiero que nos quedemos mirándonos,
Juntar nuestras manos y ver como se fusionan nuestras pieles.

Es hermoso quedar suspendido en tu mirada, acariciar tu frente,
Coger el olor de tu cabellera entre mis dedos,
Mirar tu cuerpo entero, fijarme en tu rostro, besarte y oír
Que susurras en mi boca un te amo tierno.

Es divino, artístico y científico, ¿cómo no amar a un ser tan precioso?
¿Cómo negarse a tu blancura, a tu sonrisa, a tu mirada, a tus frases?

Basta observarte y siento que todo el amor se viene al centro de mi pecho,
Comprime con dulzura, duele sin herida.

Sujetarte con mi mano diestra tu mejilla, recorrer tu oreja con mi dedo,
Mientras vuelvo a besarte y ahora yo susurro un te amo mucho más tierno,
¿Cómo negarme a alguien que amo?



VI

He escrito con un beso mi silencio,
Entenderás, que los poetas son escudriñadores,
Maldicen y bendicen, he guardado mi silencio
En tu propia boca.

Lo siento, perdón, pero los poetas, piensan en lo suyo,
Piensan en lo que alimenta el poema,
En lo que ha de beber su hijo,
Cada verso se llena de ti y de las palabras que te digo.

Cuanto siento que tenga que escribir esto,
No sé que venga luego, no sé si acaso crees que sé.
Advierto de anomalías en cada célula que lanzo al aire,
Que van hacia ti. Perdón, compréndeme.

Yo nací, después de un invierno, por la mañana, como ayer.

Nada existe después de esto, podrás reclamar lo que desees,
Podrás desvariar tu carácter, podrás llorar hasta dejar que tu amargura
Se consuele en mi pañuelo.

Fingiré que el mundo sigue igual,
Que dos palabras forman la grandeza de vivir,
Que mi alma reniega de ser mi cuerpo que te extraña,
Tus besos, tus piernas, tu foto, talvez todo.

Todo aquí arriba, está como allí abajo,
Está como cuando estuviste aquí arriba, dentro,
Tal vez no distingas bien lo que guardo entre músculos y sangre.

Edwin André. 13/08/2010 - 12/09/2010.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Memoria de uno para uno.

Era cerca de las siete y treinta por la mañana, el frío conspiraba para todos los ciudadanos, aunque era verano, el día se presentó raro, nada fuera de lo común para quienes vivimos en Lima y sabemos que la ciudad tiene mal carácter, a veces habla bien o mal, más mal que bien, sin embargo no me voy a la lluvia, sino a un repentino encuentro.

Llegando, café en vaso en mi mano diestra y un cigarro en la siniestra, le vi pasar como pasan los siglos en los humanos, como pasan los años en el universo, de pronto me olvidé de que el cigarro se consumía y que quemaría mis dedos, mi mandíbula descolgada, labios entre abiertos, como queriendo besarle desde lejos, una figura pequeña, cruzó ante mi y mi mirada decaída y soslayada, no vi bien que era. Pasó mientras contaba pequeñísimas piedras en el suelo tan sólo alcancé a ver el fin de una falda, correr y pasar jalada por una dueña que tenía algo de mítico, y mucho de sensibilidad. Esforcé levantar mi vista, le alcancé a ver cuando ya doblaba para ponerse a buen recaudo, sin presentir quien era y como era.

Me quedé en el mismo lugar donde le avizoré por primera vez, tumbado sobre el suelo. No pasó mucho tiempo, y regresó por donde se fue. Pura, de ojos negros titilantes, labios que se confundían con sus rizos, un cuello pálido que dejaba ver unos surcos verdes los cuales le mantenían con vida, una escultura perfecta, vestimenta acorde y sencillez humana. Pasó a pocos metros de mi, traté que nuestras miradas se crucen, pero ella no miró abajo, pasó emanando dulzura y olor a un cuerpo limpio y reservado.

Me sentí como un mendigo, ciego y torpe, que había visto algo fuera de lo común, endiosado. Desde allí todo lo que me acompañaba cada día fue diferente, dejé de fumar pues creí que esa delgadez se quebraría con el simple toser a causa del humo. No supe su nombre sino hasta que un acto lúdico hizo que crucemos miradas y voces. De mi parte un amor empedernido, clavado en mi hasta las uñas, sin saber por qué y comprendí en parte cuando me dijo su nombre, escuché su voz pausada y temblorosa, que mal se mezclaba con la mía. Yo que soy tímido, osé preguntarle si ella lo era, me dijo sin remedio un sí dudoso, al instante pregunté, tu voz es suave, denota mucho y después me perdí, no supe qué más decir, perdiendo la oportunidad de obtener respuesta que emane de esos labios perfectos, delineados con la mayor delicadeza que pareciera no ser terrestre tal pureza, no me imagino más que miel de esos labios, dulce al igual que todo su anatomía, por ella que canté canciones que hace tiempo no sentía tan románticas.

Caminaba atento a ella, si me levantase la mano o fijase su mirada en mi y yo en ella, verle al final de la rutina era difícil, tomábamos rutas distintas y siempre salía como si el diablo se la llevara, veloz, a veces sin despedirse. Sin embargo la única vez que le tuve cerca rechacé acompañarle y me fui sin voltear. Cómo se iba con su chompa tejida roja, sus zapatos femeninos que dejaban ver en esplendor sus tobillos, sus piernas forradas de su piel blanca que se tornaba porcelana, no volteé y eso me dolió, me jodió, pues fue mi única oportunidad, allí supe que le quería, pero que fui cobarde, sin saber que días después como si hubiera regresado a su mundo, fuera de esta imperfección, desapareció sin hablar, sin darse a notar, tan sólo le extrañé, le extraño y no me basta hablarle por un aparato sin afecto. Espero tumbado en el suelo, sin cigarro, te agradezco.

Edwin André. 25/06/2010.