sábado, 3 de septiembre de 2011

Diecisiete.

Del mal o del bien,
¿Quién sabe dónde se guarda mi corazón latiendo?
¿Será que nada en agua dulce vertida sobre tu pecho?,
¿O en una vasija seca y con polvo en el fondo?,
está sentenciado a la inercia de este cuerpo.

Superfluo y simple, ese soy yo en una mañana de verano,
pensativo y lúgubre, ese soy en un día cualquiera.

Tengo un nuevo corazón, ardiente, y joven,
y he olvidado lo frío y lo pausado.
¿Qué cuerpo se sumerge en mi alma?
¿Qué Dios me cuida y me da vida?
Es de esta tierra, el agua y el sentimiento que me mantiene inquieto,
y me inquieta aún más el amor y lo prohibido,
¿Qué hago libre en esta espesa niebla?
¿Qué trato de ver más allá, lejos donde ha emanado el agua dulce?

Me aburre la gente que guarda los límites donde empiezan los santos,
¿Cómo respeto al yeso, a las flores y a las velas?
¿Es un juego acaso?,
me aburre la gente que viene a mi casa a instaurar sus tontas razones,
me aburre los prelados que se creen sabios, con la sabiduría divina,
¿Qué sabiduría es santa o puta?

La gente, pide clemencia y trabajo,
¿Qué piden los políticos, los gerentes, los homosexuales y los discriminados?
¿Quieren caminar conmigo de la mano?

Ha amanecido y no recuerdo que he soñado,
si acaso respiro, si tengo mi cuerpo erguido,
si mi voz aún suena, si mi cerebro aún juega,
ha amanecido y ¿quién sabe donde se guarda mi corazón latiendo?

Edwin André.

De: Versículos profundos o conciencia errónea.