Con lo callada
está la noche, sólo
alcanzo a pronunciar tú
nombre, que está a lo lejos,
Estoy malherido, del gesto
tan hermoso de tu
boca, el beso a
polifonía, al compás de mi respiro.
No alcancé a educar
las azucenas del valle,
fuente de mi aire,
teatro de tu beso,
Me quitases el argot
del pensamiento, propio de
mi errante vocablo, como
indio indomable del averno.
Soy dócil y fiero,
elegante y chabacano,
tú tan linda,
tu beso le duele
a estos labios salvajes.
La noche que me
toca, sensible a mi
pecho, colindante a mis
cabellos, me rinde,
Me avasalla, me tritura
los dedos, me
pone un anillo de oro
a pesar de mi dolor.
Caigo sobre la
azucena, la parto con
mi peso, me
quemo con el fuego.
Edwin André. 09/08/2008
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